Apenas unos centímetros entre su sien y el diminuto proyectil permiten que Mauro siga oyendo la lluvia a través de los enormes cristales. Las gotas resbalan apresuradas por el vidrio. Le recuerdan a las lágrimas que él no es capaz de derramar. El sutil olor a pólvora le motiva la memoria y la frase le vuelve de nuevo a la mente: “Ganarás una gran fortuna la noche en que pierdas a tu amada”, susurró aquella tarde la gitana clavándole los ojos entornados.
Iria Massotti Ocaña
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1 comentario:
es lo primero que leo de ti, me gusta la forma que tienes de hacerlo
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