Ella olía a menta..., o al menos eso era lo que le habían hecho creer los hombres que pasaron por su vida.
Sin embargo, no sabía aún el por qué, cuando prestaba atención y se dejaba caer muy dentro de su propio abismo, le llegaba un rancio olor a madera húmeda.
Cristina Dicuzzo
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viernes, 2 de noviembre de 2007
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