Raquel camina desnuda por la avenida. Las miradas se instalan en la lozanía de sus contornos: señoras tapando los ojos de sus hijos, profusión de piropos masculinos, el chirriar de un accidente automovilístico y una viejita persignándose “Perdónala, Señor”. Pero ella no se percata de nada, el gozo en su rostro, aún infantil, la acompaña en su flotar sobre el pavimento.
Mónica Peña
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario