Lo supe aquella mañana, en un vagón de la línea amarilla, rumbo a la Barceloneta, cuando, sentado en una esquina, observaba de frente al adolescente de rizos con una mochila entre sus piernas, al viejo calvo con un paraguas negro sobre sus rodillas y a la rubia obesa con minifalda roja sentada entre estos dos.
Iván Parra López
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