Aminorando la marcha se paró el juguete justo antes de llegar a la estación. El trenecito de madera pobre sólo tenía una pincelada de color: unas ruedas rojas que no dieron una vuelta más. Y lo miraba Juanito, que dejó de tirar de él como se deja de arrastrar un sueño.
Xavier Samsó
viernes, 2 de noviembre de 2007
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